Adas
Posted on 04. Dec, 2010 by tabs in Uncategorized
Mucha gente puede argumentar que no hay mayor placer en la vida que hacer las cosas por hacerlas. Naturalmente estoy de acuerdo. Cualquiera que pretenda darle más importancia al destino que al viaje, fracasará como haría cualquier pobre mortal intentando sobrevivir a una tormenta nuclear. El problema comienza, generalmente, de otra forma. Vida no hay más que una, por mucho que se empeñe el cristianismo, y difícilmente resulta estético quedarse la existencia tirado en el sofá. Los vagos del mundo sabemos que sería una delicia, pero un cierto resquemor nos carcome el conducto auditivo, empujándonos horriblemente hacia la incómoda posición de levantados (pasadas unas ricas ocho horitas de sueño, o tal vez más), donde además se ha de permanecer durante un cierto tiempo. Quizá mucha gente pueda dejar la vida pasar en un estado cuasi-contemplativo, si su economía se lo permite... pero la mayor parte del género entiende, de algún modo, que hay que viajar, hay que leer, y hay que hacer algo con estos escasos años que se nos permite vivir. Entonces, al igual que el sueño en nuestra naturaleza nos empuja a dormir, el miedo a no hacer nada, al convertirse en un del ser inerte, nos empuja a permanecer de pié, y hacer vida activa, ya sea lunes o domingo. La (¿)crítica(?) empieza justo en el punto en el que una familia se va de viaje de veraneo a las exóticas tierras de China "por que hay que viajar", o un intelectualoide vestido de uniforme disfruta de los matices existencialistas de los Karamazov (con disimulado, pero infinito aburrimiento) porque algún listillo dijo en algún momento que "es un libro maravillosisísimo". Al segundo le tachamos de hipócrita. Además lleva gafas de pasta y eso sí que no hay quien lo soporte... ¿pero what's wrong con los Gutiérrez, que se van de excursión a la China? Lo verdaderamente criticable de los Gutis es que van todos los domingos al Retiro con el sobrino de tres años, a pasearlo y que le dé el aire, invadiendo el espacio natural, santuario silencioso y tranquilo, de la gente a la que le gusta el olor a mojado, que acuden huyendo del bullicio y el aire viciado de una casa en la que casi todos los habitantes pasan frío si se abren las ventanas. Pero no es de eso de lo que quería yo hablar. La segunda (¿)crítica(?), (casi)tema de este post, es de la que realmente quiero hablar. Es fácil sospechar que, de algún modo, eso de "viajar por viajar" tiene algo tenebroso guardado en las entrañas. La explicación más plausible que he encontrado al mal rollo transmitido por semejante afirmación tiene que ver con lo que yo llamo "afán de acumulación", que no es muy diferente (pero no se parece en nada) a lo que los ricos aristócratas de esta hermana tierra entienden con tal expresión. Dejadme que me explique un poquitín. Pongamos un tipo cualquiera, atractivo y con dinero... llamémoslo Barney, y tratemos de no imaginar a un dibujo animado. Esta figura ficticia disfruta tanto del sexo (si no introduzco al menos una vez la palabra "SEXO" en un post (si lo hago tres veces, aún mejor), no tengo ningún tipo de posibilidad de caer bien a Google), que lleva una cuenta precisa de mujeres y otros enseres, posturas y repeticiones en un cuaderno mágico. Cuando apunta el número 269 (what a guy, eh?) cabe preguntarse si Barney fornica por el placer de fornicar, o por el placer de agrandar el numerejo. Este es el único ejemplo que me ha venido a la mente, que ilustra lo que yo llamo un "afán de acumulación", permitiéndome escribir varias veces la palabra "sexo". Pero hay otros muchos sin "sexo". Por ejemplo, el de "número de ciudades visitadas". Y aquí es donde entran los Gutiérrez. No se entienda mal, no digo que todo el mundo se vaya a las Chinas comunistas por un absurdo "afán de acumulación" (llamémoslo ADA, para poder pluralizar). Hay muchas madres de familia (por cambiar un poco de género) que viven asombradas por las maravillas de la China imperial, y quieren que sus hijos contemplen con sus propios ojos al anciano y sufrido pueblo oriental. Lo que pasa es que también hay muchos Gutiérrez por el mundo, y los Fernández son, aunque más coherentes, menos interesantes (como casi todo lo coherente, en realidad). So, ¿qué problema hay con que los Gutis practiquen ADA a a la hora de viajar? Bueno, es absurdo hacer un viaje sólo por recolectar más fotos, más recuerdos, y más puntitos amarillos en el Cities-I've-Visited. Al fin y al cabo, como vaticinábamos al principio (resurreccionistas tápense los oídos, que esto va a doler) everybody dies. Y cuando uno muere las fotos digitales del disco duro no sirven de mucho. Por eso, creo yo, que es mejor siempre centrarse en las experiencias no acumulativas, que le permiten a uno Ser, de forma independiente de cuánto haya vivido, y viajar a la zona del Saler, si le gusta más mirar al mar que hacia un puñado de piedras viejas que algún listillo ha considerado interesantes por alguna estúpida razón. Pasa igual con los Karamazov. Personalmente, gafas a parte, pienso que es un libro interesante. Pero si te aburre es una señal inescrutable de que hay que dejarlo en la estantería y ponerse a leer un poco de Hammet, que, aunque menos listillos hayan dicho que mola, es más divertido. Y de aquí directamente a la biblioteca de conocimientos que parece necesario que la gente de a pié conozca. Comprendo perfectamente a esa gente a la que la Teoría de la Relatividad y el Principio de Incertidumbre se la trae floja. El conocimiento hay que disfrutarlo, no almacenarlo. No digo que el estado haga mal obligándonos a estudiar hasta los dieciséis añazos, sin un poco de conocimiento de base nadie quiere conocer más, pero es absurdo que una civilización como la nuestra fuerce socialmente a la gente a estudiar una carrera en la que el alumno, lejos de disfrutar una mierda, busca el aprobado sencillo y un título hermosísimo que apantalle su falta real de conocimiento. A la sociedad sólo debería importarle que el ciudadano conozca lo suficiente de historia y de política para no convertirse en un completo analfabeto, tener acceso a la cultura, y sobre todo, poder votar con conocimiento de causa (¡sanidad pública TODAVÍA!) lo demás es asunto del individuo. Es aún más absurdo que la propia existencia la constante presión social hacia la acumulación de unos logros carentes de objetivo. La primera consecuencia es que ya no se puede hacer turismo. Tratas de aprovechar la Semana Santa, y hacer ese viaje que siempre has querido a Ginebra, y un montón de cámaras digitales arrastrando a los zombies que las compraron no te permiten ver el paisaje urbanístico de tus sueños. Si te apetece contemplar la obra de Da Vinci resulta que la señorita esa que sonríe un poquitín ha sido substituida por un corro de señores extraños que llevan versiones en diversos idiomas del "DaVinci Code" y buscan en el marco no se qué señales sangrientas. Y de pronto nueve de cada diez personas del hotel no sabían que en París había una catedral con torres cuadradas, y le preguntan al recepcionista que si hay algo bonito que ver por la zona, que tienen poco tiempo porque al día siguiente se van a Madrid, que han oído por ahí que también hay un museo grande. El género humano no para de construirse hacia direcciones en las que su corazón no apunta (guiños políticos incluidos), y todo es culpa del famoso ada de los bosques. El ejemplo más reciente se encuentra en estos pequeños apartados rincones de internet, que se han convertido en el nuevo refugio de aquellos que no tienen nada que decir. Lo que a los peridistas aman llamar ciberespacio se ha convertido en el cobijo de los más adosos personajes, rodeados de citas célebres que todo el mundo conoce, de versos de Becquer transformados en Luces de Bohemia por las faltas de ortografía, hasta el punto de que el noble internauta decide darle el visto bueno a la SGAE (y eso de que el señor murió hace ya 140 años lo dejamos correr) y arrasar con esos mamones. El mundo ha colapsado en un hervidero de fotógrafos amateur que usan la cámara porque la tienen, que salen por la noche porque hay discotecas abiertas, que escuchan música porque la ponen por la radio, y, en definitiva, que enciende la tele a ver qué hay en lugar de encenderla cuando hay algo que ver.
[--Trozo de (auto)crítica para la Asociación Cultural Hypatia, que considero mi hogar, aunque nos separen más de seiscientos mil metros.
Durante este último y desastroso año he tratado de dirigir la asociación hacia un lugar cuya oscuridad puedo ver ahora. La riqueza de Hypatia consiste en que cada uno de sus socios la comprende de una manera diferente. He vivido un año obsesionado con un ada de actividades, que sólo ha cosechado desilusión, desinterés y desidia. Las tres des, vaya. El proyecto de Hypatia, tal y como cada integrante lo entiende, debe ser el único objetivo. No hay que buscar actividades debajo de las piedras para darle vida a la asociación... hay que intentar alcanzar un objetivo (si es inalcanzable, mejor) utilizando las actividades como herramienta, involucrando a cada persona en el proyecto personal de uno, y dejándose involucrar en el proyecto de los demás. Ahí es donde nace lo único.--]
¡Bergamota! La gente cambia con el tiempo, es algo inevitable. Puedes enfrentarte a semejante esperpento con la mirada taoísta de "lo que llegar debe, acabará llegando" o puedes tratar de dirigir el camino en la medida en que tu percepción te lo permita. Es el camino a una madurez, que nunca se alcanza, y que no es única. Personalmente, adoro zambullirme en los entresijos de mi gorda cabezota, e intentar dirigirla hacia donde creo que me hará más bien. Uno de estos (¿)improvements(?) ataca directamente al banco de proyectos personales. Y creo que este blog está concebido dentro del marco de no-adas. Desde hace algún tiempo vengo necesitando un espacio, un "cibercuarto propio", que diría Virigina Borg, en el que poder ordenar mis ideas en forma de palabras... y con algo de suerte, comunicarlas a algún lector despistado. Algo alejando del viejo BlueBus, oxidado y viejo, adoso y pajoso como él solo. Y aquí está este inselburg recién nacido, que me he construido ramita a ramita, con un propósito definido, con el propósito de dar cobijo a lo que quiera que pase por mi mente, mientras el mundo se me siga mostrando absurdo, mientras no haya coherencia ni en la incoherencia, mientras las raquetas coloradas sigan sobrevolando San Marina. Cuánto dure la iniciativa, no puedo decirlo. Lo único que sé es que está aquí, tanto para vosotros como para mí. Y que me encantan las réplicas, los lectores y el debate por escrito.
Buenas noches, gracias por el tiempo, y buena suerte,
Tabs.